El
fuerte sonido que desde una caracola emite Édison Cuzme, puntero de la
balsa de la comunidad Los Chirijos, daba inicio ayer a un festival que
evocaba el pasado del cantón Bolívar sobre la forma de transporte
náutico que tenían miles de campesinos en épocas de invierno hace ya más
de cinco décadas, cuando el fango inundaba las vías de acceso.El sol estaba casi en el cenit del día. Se abría como flor en todo su esplendor mientras los integrantes de doce agrupaciones partícipes de esta regata de balsas alistaban los últimos amarres a sus embarcaciones.
Jimmy Macías ultimaba su balsa con objetos extraños para las actuales generaciones, pero indispensables para sus antepasados, como la lámpara de petromax, bacinilla hecha con roble, plancha de carbón, cucharas de palo, esponja o esponjilla para bañarse y, por supuesto, el horno de leña improvisado que humearía a lo largo del río.
Mariano del Jesús Zambrano, de la comunidad Sarampión, dijo que para armar su balsa necesitó una semana, pues debió destinar junto a sus compañeros unos $ 300 para comprar balsa, caña y adecuarla casi a la usanza de sus antepasados.
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