(SERPRES).- Diana Hernández y Belky Rubio están libres pero se sienten presas. Aunque no hay nada que se los impida, casi no salen a la calle y pasan buena parte de su tiempo encerradas y escondidas en sus casas, fuera de la vista de sus vecinos y de la gente común.
En sus tobillos cargan un grillete electrónico, una especie de GPS que la Policía de Inmigración y Aduanas les amarra a su tobillo para saber en qué lugar se encuentran cada instante, cada minuto, las 24 horas del día, a cambio de no encerrarlas en un centro de detención.
Las mujeres, que no se conocen entre sí, son inmigrantes que llegaron al país ilegalmente y que se encuentran en proceso de deportación. El artefacto las avergüenza y las inhibe de salir, y las dos aseguran que están pagando un alto precio por su libertad, que incluye el perder el empleo, un aislamiento social, una incesante presión psicológica, dolores de cabeza y problemas en las piernas y la columna.
"Estoy presa en esta gran nación", dijo Rubio, de 20 años, inmigrante salvadoreña que llegó en abril a Estados Unidos. "He venido a luchar y salir adelante, no soy criminal, no he cometido un delito. Te ven en la calle y dicen: 'algo ha hecho' para tener un grillete... Siento que la gente me ve como un bicho raro. Con esto ya no puedo salir a ningún lado", expresó.
Rubio viste de pantalón para ocultar el dispositivo electrónico, tras explicar que la pesada batería del grillete golpea su pierna y que le cuesta trabajo caminar.
Fueete: El Universo
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