Sorpresa mayúscula... y puede que decepción. Aunque depende del caso, claro. Imaginemos que un día en un paseo público una joven despampanante nos pide que le sujetemos la toalla porque tiene que cambiarse y quitarse el bikini que lleva puesto.
Si antes era un joven sensual quien nos pedía que sujetásemos la toalla para cambiarse, después una monjita nos da las gracias./Archivo
¡Alle hoop! La sensual joven que nos pedía que le ayudásemos a desnudarse se ha convertido en una monjita que se cambia detrás de la toalla que le sujetamos a modo de vestidor. Amablemente nos da las gracias.... y nuestra cara, claro está, es un poema. En unos casos, desilusión, y en todos sorpresa.
La joven religiosa nos da las gracias y se va. ¡Ay, señor, qué tiempos!
¡Alle hoop! La sensual joven que nos pedía que le ayudásemos a desnudarse se ha convertido en una monjita que se cambia detrás de la toalla que le sujetamos a modo de vestidor. Amablemente nos da las gracias.... y nuestra cara, claro está, es un poema. En unos casos, desilusión, y en todos sorpresa.
La joven religiosa nos da las gracias y se va. ¡Ay, señor, qué tiempos!
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