Richard Galpin
BBC, Tel Aviv.- (SERPRES)
La temperatura llega a los 35° C y las filas a la entrada del centro de distribución de máscaras de gas en Tel Aviv -el único en la región- se mueven muy lentamente.
Hay gente que ha esperado seis horas por las máscaras que temen necesitarán si Estados Unidos y sus aliados bombardean Siria.
Al principio de la cola, un funcionario empuja la pesada puerta de vidrio para abrirla, grita un nombre y entrega un montón de cajas que contienen las máscaras de gas a una mujer aliviada por que el calvario ha terminado por fin.En el piso quedan botellas de agua vacías y paquetes de cigarrillos, mientras que un hombre que vende bebidas heladas dice que desde la mañana vendió 300.
Otros empujan, mostrando sus tarjetas de identidad, esperando que el funcionario escriba sus nombres y los ponga de próximos en la cola.
Aunque los ánimos están crispan y las frustraciones se manifiestan, no hay una sensación de pánico aquí.
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