Hace poco más de un mes la hacienda La Clementina pasó oficialmente a manos de más de 1.600 empleados asociados en la cooperativa Coproclem. La actividad en el sitio está marcada por el compromiso de producir y pagar el préstamo de $ 80 millones facilitado por la CFN.
En la planta de procesamiento Palizada 1 se percibe entusiasmo entre los trabajadores. El invierno y la temperatura hacen que se produzca alrededor de un 14% más de cajas de fruta. Foto: Karly Torres
Todo en la hacienda La Clementina parece estar como siempre, salvo por un detalle: ya nadie habla de Exportadora Bananera Noboa y a muchos aún les cuesta recordar el nombre adoptado por la cooperativa de trabajadores que adquirió el predio por más de 78 millones de dólares, en un proceso de incautación y remate no exento de controversia.
A los 1.600 trabajadores asociados a Coproclem (Cooperativa de Producción Clementina) les cae como anillo al dedo aquel refrán que dice que ‘el ojo del amo engorda al caballo’, pues desde el 4 de enero, cuando la hacienda pasó oficialmente de manos del empresario Álvaro Noboa a sus empleados, sobre ellos pesa la responsabilidad de que despegue o se vaya al despeñadero.
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