Herederos de vestigios que datan de hace 500 años después de Cristo, los pobladores de esta parroquia han aprendido a sacarle ventaja a su valioso pasado
Fotos: Karly Torres
A unos doce kilómetros de Montecristi
(Manabí) se encuentra una parroquia en la que es imposible no fijarse
cuando se va de paso hacia la costa azul: La Pila.
Su paisaje no difiere mucho de las otras
poblaciones apostadas al borde de una carretera en perfectas
condiciones; sin embargo, hay una característica especial que la hace
diferente: sus innumerables tiendas de adornos policromáticos para el
hogar, ubicadas a los dos lados de la vía.
Gustavo Quijije -de torso fornido y
manos rudas- es uno de los responsables de las obras que se exhiben en
el lugar, en donde es posible hallar desde últimas cenas hasta caballos;
desde elefantes hasta simples alcancías.
“Estas piezas están hechas de barbotina,
aquí, en nuestros talleres. Aquí se las arma, se las seca y, por
último, se las cuece a más de 1.000 grados en hornos a gas. Después
viene el proceso de pulido, con lijas y otros elementos. De la pintura
se encargan allá afuera, los que venden los productos en la carretera.
Yo aprendí este oficio desde que era muchacho. Ahora toda mi familia
vive y trabaja en esto”.
Artesanos, casi todos
Según Quijije, el 70% de la población se
dedica a la elaboración de estos adornos -con precios que van desde los
2 hasta los 40 dólares-, razón por la cual las tiendas las exhiben
todos los días, pero en especial para el Día de los Difuntos, Navidad y
Carnaval.
“Es en esos días cuando la venta crece,
por la llegada de los turistas, la mayoría de la Sierra, aunque también
hay extranjeros”, asegura Quijije en medio de numerosos envases de
barbotina -una sustancia viscosa, parecida al cemento, que es traída
desde Cuenca- y moldes de yeso ajustados con correas, dentro de los
cuales se ubica la pieza para su elaboración.
Ronny Quijije, otro artesano de la zona,
afirma que antes las piezas se las hacía de barro, porque es más
resistente pero, asimismo, su elaboración demanda más tiempo y
dedicación.
Un pequeño recorrido por la parroquia,
con calles de tierra y un ambiente caliginoso por el polvo, permite
apreciar que en el lugar casi todo el mundo es artesano a menos que se
demuestre lo contrario. La agricultura, una actividad ancestral, al
parecer, quedó solo para eso: para ser recordada.
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