Acomoda sus lentes de marco color vino. Luego, su celular no
para de moverse entre sus manos. Estaba incomoda.
Recordar el ‘infierno’ que vivió durante 21 días de ‘encierro
y maltrato psicológico’ la pone así. ¡Empecemos!, dice,
sin embargo, Zulema Constante Mera, de 22 años y
empieza a contar cómo quisieron ‘curarla’.
Zulema dice haberse sorprendido de que el sincerarse
con sus padres le traería problemas. El 25 de marzo
pasado les confesó que es lesbiana y tiene una novia,
Cinthya Rodríguez, de 21 años.
El rechazo fue inmediato. De nada sirvió que luego una
psicóloga clínica les explicara que la homosexualidad no
es una enfermedad y que debían trabajar en aceptarla.
Y lo reiteró la propia Zulema, quien está por graduarse
de psicóloga. Este episodio marcó la salida de su hogar
para irse a vivir con Cinthya donde, dice, halló la aceptación
que necesitaba en los padres de su pareja.
El 17 de mayo aceptó una invitación a almorzar ‘para
arreglar las cosas con su familia’. “Salía de mi trabajo y
dos hombres me tomaron a la fuerza para meterme a un
carro, mi papá observaba y repetía: todo es por tu bien
mijita”. Con sus ropas rasgadas por la resistencia que dio,
Zulema fue esposada, así permaneció las siete horas de
viaje a Tena (Napo).
Sin alimento llegó a la Comunidad Terapéutica Femenina
Esperanza, dijo Zulema. “Me recibieron unas chicas
uniformadas en una capilla y me dijeron que estaba prohibida
la fuga, el robo y ser lesbiana”. Le asignaron una sombra
(vigilante), Paulina, de 34 años, y el cuarto número 5,
pero no le dieron de comer. “Paulina era de
Latacunga y llevaba 45 días por adicción a las pastillas”.
Fuente: El Universo
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