Las máscaras son elaboradas por hombres y mujeres que aprendieron de sus padres y abuelos. Cuestan entre 2 y 40 dólares y las preferidas son las de los políticos.
El el centro del cantón Salcedo se encuentra el local de exhibición y venta que se llena en las víspera del Año Viejo antes de las quemas. Foto: Silvia Osorio | para El Telégrafo
Las últimas generaciones de los fabricantes de caretas subsisten en el cantón Salcedo, en Cotopaxi. Las máscaras son visibles en épocas específicas, en la región.
Desde hace cuatro décadas, Dolores Teresa Lazcano, de 70 años, se dedica a su elaboración para diversos actos que se dan en el año. Pero es en diciembre, dice, cuando las ventas “se disparan”.
Esta salcedense recuerda claramente cómo aprendió el oficio guiada por las hábiles manos de sus abuelos. De ellos captó la técnica para darle forma al papel periódico, al engrudo y a la goma.
“Tenía ocho años cuando me enseñaron a jalarle las narices a las caretas para que se parecieran a los políticos”, dice. Ahora posee moldes de cemento para elaborar más de 100, al día. Las diferentes capas a colocar hacen que la terminación del producto demore más de 12 horas, sin contar con el tiempo que se dedica para que se seque y se pinte.
62 años de su vida ha dedicado doña Dolores a aprender y perfeccionar las máscaras.En el local de Lazcano existen más de 200 trabajos en exposición y una cantidad mayor en bodega. Las hay de payasos, personajes y otras simplemente salieron de su imaginación. Las vende al por mayor y por unidades.
En diciembre de 2012 comercializó unas 400. La artesana tiene cinco hijos, pero ninguno de ellos aprendió el oficio y prefieren estudiar para ser profesionales.
Fuente: El Telégrafo
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