¿Qué tienen en común, Ronnie Bigs y Sigifredo Dante Reyes? El primero nació en Gran Bretaña, el segundo en Ecuador, pero si hay algo que caracteriza a ambos personajes es la audacia que les permitirá perpetuarse en la historia para bien o para mal.
A Bigs se lo conoce como el ladrón del siglo, pues se hizo famoso por el millonario asalto a un tren postal que viajaba de Glasgow a Londres en 1963. A Dante Reyes, se lo conoce como el ‘Cuentero de Muisne’ por sus inverosímiles actos delictivos. Coincidencialmente estos personajes fallecieron esta semana, el ecuatoriano falleció el lunes, y el británico ayer miércoles.
Andes realizó una entrevista a Dante semanas atrás en una de las celdas del Centro de Rehabilitación de Varones de Quito, cárcel donde se encontraba recluido el antihéroe, cuyo imaginario aún circula entre las personas, sobre todo de aquellas cuya edad pasa de los 25 años.
Dante Reyes, conocido como el Cuentero de Muisne, quien se hizo célebre por la realización de grandes estafas que lo ubican como uno de los mejores estafadores del mundo y que falleció el pasado lunes, tras una operación de corazón abierto.
Conversar con este personaje y escuchar sus anécdotas delictivas era como transitar en un espacio en el que no se sabe si existen límites entre lo real o la fantasía.
A este personaje, fallecido a los 74 años, se le atribuyó la venta de la Torre del Reloj del Malecón de Guayaquil a una pareja de suizos en 1980, y cuando se le consultó si hubiera querido vender otro monumento, Dante rió y sin dudarlo respondió: -El Panecillo- una loma ubicada en el centro histórico de la capital ecuatoriana, sobre la cual se levanta el monumento de una virgen de más de 30 metros que la convierte en una de las 58 esculturas más altas del mundo, que supera a la del Cristo Redentor, en Río de Janeiro.
“Siempre veía El Panecillo cuando llegaba a Quito, pero no se podía venderlo, había mucha droga, mucha lacra, mucha delincuencia y por eso me detuve, a pesar de que soy un buen vendedor”, dijo el Cuentero de Muisne, quien esperaba concluir su condena de 25 años de prisión en una casa de confianza o en arresto domiciliario.
Recordaba como una de sus estafas más significativas (aparte de la venta del reloj del Malecón de Guayaquil) la inversión que logró por parte de unos empresarios coreanos en unas piscinas camaroneras supuestamente de su propiedad.
“Contraté una avioneta y a los empresarios coreanos les hice sobrevolar por una camaronera que dije que era mía. A un guardia que lo conocía le dije que me ayude sacando unas seis cubetas de camarones. Cuando fuimos con los empresarios coreanos y les mostré la pesca, se quedaron sorprendidos por el tamaño de los camarones. Les dije que para producir una piscina se necesitaba una inversión de 400.000 dólares. Les regalé los camarones y cayeron”, contaba.
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